Lo que me ocurrió con la princesa Amanda
fue muy espontáneo. A lo largo de 15 años he escrito varios relatos cortos, y tres
novelas de terror. Todos ellos están encerrados en un armario ya que nunca me he
decidido a publicarlos.
Una mañana me levanté decidido a
escribir algo alejado del género que me gusta. Así que me puse a ello de
inmediato. Empecé escribiendo un ensayo sobre las drogas y su influencia
negativa en las personas, a las diez páginas lo dejé olvidado para otra
ocasión. Lo mismo me sucedió con un relato sobre los caballeros templarios.
Tras varios días bloqueado, sin nada en
la mente sucedió lo que me empujó a escribir las aventuras de la niña engreída
llamada Amanda. Vi a mi mujer contar un cuento a mis hijos y yo me pregunté ¿por
qué no? Así que empecé a escribir el cuento. A medida que ensuciaba las hojas
de mi inseparable cuaderno no cesaban de venirme ideas sobre la trama, y cuando
quise darme cuenta ya estaba poniendo FIN. Había terminado mi primer cuento
para niños.
Para saber si era apropiado mandé el
manuscrito a una profesora de educación infantil. La cual me dijo que estaba
muy bien y que intentara publicarlo. Le dije que sí, aun sabiendo que la
princesa Amanda tenía un sitio reservado en mi armario junto a los otros
personajes que en 15 años había inventado.
Pero justo al día siguiente leí una
noticia que me impulsó a dar el paso. Una nueva editorial nacía en Palma de Mallorca.
Esa misma tarde envié el manuscrito a Rapitbook.
A día de hoy la princesa Amanda lleva un
mes en la calle, y la verdad que aún sigo sin creérmelo. Quien ha leído el
cuento me dicen que está muy bien ya que su lectura es rápida, lo mismo que los
acontecimientos que ocurren entre sus páginas.
Una de las mejores anécdotas que me han
ocurrido con el libro fue cuando le entregué uno a una dependienta de una
panadería. Minutos después entró una niña a la panadería y al ver a la
dependienta ojeando el libro se lo pidió para mirarlo mientras su madre
compraba. La niña tuvo que llevarse el libro a su casa ya que después de leer
unas páginas no pudo de cesar en su lectura.
Me enorgullece ver mi cuento en la
biblioteca de mi barrio, y sinceramente todo se lo debo a Rapitbook. Sin ellos
la princesa Amanda estaría en su espacio dentro de mi armario.
De aquí quiero pedir que todos aquellos
que le ocurran lo mismo que a mí, ya tengan sus manuscritos en armarios,
cajones, u olvidados en algún lugar que den ese paso y que lo intenten
publicar.
Muy pocas cosas son comparables a la
felicidad de ver una obra propia en la calle.
Un saludo a todos,
Carlos Sanchís Mira
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