Siempre llevo encima algún cuaderno, para apuntar todo aquello que
me parece interesante.
Desde hace años, anoto citas, frases, títulos de libros o
simplemente ideas en borrador. Algunos compañeros y clientes me
preguntan por qué sigo utilizando blocs de papel para tomar notas,
si trabajo en marketing online y hay aplicaciones tan útiles como
Evernote o Google Keep, que pueden sincronizarse y compartirse de una
forma comodísima.
No es que me guste lo vintage,
ni que sea un romántico del papel, sino que es pura costumbre, un
hábito difícil de cambiar. Me gusta escribir a mano. Esta costumbre
de rescatar frases de otros autores me llevó a recogerlos en un
blog, que hacía las veces de bloc pero en la Red, para ser
compartidas, comentadas y criticadas. Así nació mi blog, “Apuntes
Metecos”, en febrero de 2011.
Poco a poco aquellos apuntes fueron
creciendo, y poco a poco fui aportando artículos de cosecha
propia, que nacieron en esos
blocs de papel. Era el primer blog que abría desde que me licencié
en Ciencias Políticas, y la temática iba a ser la política, pero
también la comunicación, la Sociología y la Antropología.
Los comentarios que llegaban al blog eran muy positivos, y gracias a
las redes sociales, el alcance se amplificó hasta un público que,
de otra manera, hubiera sido imposible conocer. De hecho, empecé a
colaborar como analista político en varios medios de comunicación
digitales gracias a ese trabajo de creación de artículos en un
humilde blog, publicado en la plataforma Blogger.
Por circunstancias de la vida, a
finales de 2013 decidí cerrar aquel blog al que había dedicado
tantas horas y artículos, una tarea de crecimiento personal y
profesional, que pensé en guardar de alguna forma. En un primer
momento quise guardarlo todo en un PDF y abrir su descarga a
cualquiera que quisiera guardar ese trozo de mi historia, de las
ideas que fui compartiendo en el blog, y que pesaba menos de un
megabyte. Pero un amigo me recomendó publicarlo en papel, darle
forma de libro recopilatorio de artículos, y que también tuviera
formato electrónico.
Los apuntes volvían al papel, recorrían el camino inverso en una
época donde lo frecuente es publicar en digital, regalar las obras a
cambio de un tuit o de un “Me gusta” de Facebook, y que acaban
como una caja de kilobytes llenos de polvo en algún rincón de una
tarjeta microSD, o en alguna carpeta perdida de un disco duro.
Opté por Rapitbook
porque su visión de la publicación bajo
demanda
era lo que necesitaba. Con una pequeña inversión inicial, aquellos
apuntes iban a tomar forma física, iba a poder llevarlos encima,
regalar un trozo de mí; solo había que pulir la maquetación y
escoger la tirada de ejemplares. Así de fácil.
Reconozco que en un primer momento sentí vértigo por publicar, pues
tengo un respeto muy grande por los libros, más como símbolo que
como objeto. Pero por ese mismo respecto pensé que debía ser un
buen libro, del que sentirme orgulloso y que hiciera sentirse
orgullosos a mis hijos dentro de quince o veinte años.
Y es que dicen que en esta vida todos deberíamos plantar un árbol,
tener un hijo y escribir un libro. Por algo será.
Eli Gallardo
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